viernes, 30 de noviembre de 2007

Mis primeros 1000 visitantes - One thousand visitors

Gracias a todos ustedes, apenas transcurrido mes y días, hoy he llegado a los primeros 1000 visitantes. Hoy, por excepción, salgo de contexto y les muestro una puesta de sol que tuve la oportunidad de contemplar el día 3 de noviembre de 2007 en una playa del Nordeste de Brasil. Exactamente en Salvador, Bahia. La foto fue sacada a las 17:30
Tanks very much to all. Today, 11.30.07, I found that my Blog reached the quantity of ¡one thousand visitors! Now, I'd like to show you this amazing sunset in the seacoast of Salvador, Bahia, Brazil. ¡Enjoy it!

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Cabeza de Perro Cuadrado - Tornquist


Nicolás de las Sierras


Pudo haber sido un fin de año cualquiera, pero no. Dicen que nada es casualidad. Y por alguna razón el destino hizo que nos volviéramos a ver un día antes de Navidad.
De mis locuras yo era el mejor testigo, y de mis arranques también. Por eso mismo, esa otra vez que se me había ocurrido ir al Cerro Ventana a caminar en solitario no me llamaba la atención ni a mi ni a mi familia. Y a decir verdad yo lo disfrutaba a pleno. Más allá de amar la montaña disfrutaba también el viaje en mi camioneta porque podía escuchar música sin interrupciones. Al ir solo no tendría que conversar con nadie. Ni con gusto ni por obligación. A veces es gratificante escuchar música, y allí aprovechaba la oportunidad. Dicen también que la música calma a las fieras. ¿Será que al ser Tigre en el horóscopo chino fuera realmente así? No sé y no me interesa investigar. Sólo sé que tanto la música como el arte son bendiciones de Dios y yo, durante el viaje, deleitaba mi espíritu a través de mis oídos.
La ruta, cosa rara en ella, aquel día estaba poco transitada. Eso me permitía, de vez en cuando, echar una mirada al cordón serrano que, gracias al diáfano día, mostraba su contorno plomizo que contrastaba con el azul firme que pintaba el cielo.
Dejé la 33 y tomé la 76 sin darme cuenta. El viaje había sido placentero y se había hecho corto. Miré el reloj y las agujas, frías delatoras, atestiguaban que había tardado 1 hora para recorrer los 100km que separaban la entrada al Campamento Base desde mi casa.
Estacioné el vehículo guiado por mi amigo Roberto, el malevo, y revisé y acomodé la mochila. Anduve unos 10 minutos mirando la cantidad de autos que había esa vez y entonces, antes de salir para ver a los guarda parques, miré mi termómetro finlandés. Marcaba, a la sombra, 24ºC y el viento, calculado a ojo, sería de 20km/h del noroeste. Deduje que, de persistir ese clima, sería una ascensión ideal para disfrutar el paisaje con buena visibilidad.
Saludé a los Guarda parques y guías, que estaban muy atareados atendiendo a toda la gente que salía hacia todos lados, y salí hacia el pinar que marca el inicio de la ruta.
Esgrimí un andar lento pero firme que me permitió superar grupos de familias o contingentes que, por varias razones, no asimilaban una buena marcha.
Al no tener apuro paraba y miraba hacia arriba y adelante para ver si iba alguien conocido, pero hasta ese momento ninguno lo era.
Pude ver, cerca de la Estación 6, hacia el Cerro Alberto Mario Serrano, un Relincho con su manada de Guanacos que pastaba alejado del gentío.
La gente, que era superada por mi andar, miraba sorprendida mis bastones.
- Papá.. mirá, usa bastones y no hay nieve -comentaba un pequeño a su padre.
Yo reía, ante la inocencia de los chicos, y seguía la marcha por la cuesta sintiéndome liviano. O yo estaba con buen estado físico o la gente que paseaba aquel día no lo tenía. Pero me sentía muy bien. El espíritu navideño se notaba en el ambiente. Mucha paz, tranquilidad. Nada de gritos.
Como no pude con mi genio, antes de llegar a la Estación 7, decidí seguir por las huellas de los caballos cimarrones que apuntaban al Cerro Bahía Blanca. Al principio la ruta es tranquila, pero como yo tenía que doblar en sentido inverso al Bahía Blanca, tuve que superar unos roquedales verticales de 4 metros. La subida, con todo mi cuidado, resultó exitosa. Pero al mirar hacia abajo noté que los escalones no eran de mucha saliente. No obstante no tenía alternativa y tenía que bajar. Afirmando los bordes de mis botines empecé a descender. Justo en el último escalón mi pie zafó y caí torciéndome el tobillo. A pesar del dolor del momento igual podía continuar. Retomé la ruta normal y decidí, antes de la Estación 8, separarme de la gente y vendarme el tobillo en señal de precaución. Si fuera necesario tomaría un anti-inflamatorio.
Pasé por la Cueva de la Yarará y fuera de la vista de la gente me quité la bota. Con la venda en la mano, y a punto de empezar el vendaje, me di cuenta que había un grupo de 6 personas sentadas en la base de lo que yo llamaba "Cabeza de Perro Cuadrado". Los 6 me miraron más sorprendidos que yo. Pero uno de ellos me pareció familiar y llamó poderosamente mi atención. Vertiginosamente puse a trabajar la mente y enseguida recordé aquellos cachetes pecosos que años atrás había visto por primera vez. Levanté mi cabeza para observar mejor, y vi que él me miraba y sonreía. Susurró algo a la mujer que estaba pegado a él, y luego ella habló al resto en alemán. Entonces, señalándome con su mano, aquel niño convertido en adolescente, dijo:
- ¡Mamá, él es el Agustín de quien tanto te hablé!
Cuando llegué a casa de regreso con una sonrisa de oreja a oreja no pude eludir el cuestionario.
Mi primer respuesta fue una pregunta:
- ¿Te acordás de Nico?
Y el remate, palabras más, palabras menos, fue algo así:
- Se reunió otra vez con su madre y viven juntos. Sus parientes vinieron de Alemania y están intentando, entre todos, recuperar lo perdido.
Nico ya tiene 14 años y creo que esta será para él una buena navidad.
Nos miramos contentos, y yo, bebedor empedernido de Vino Tino, serví las copas y dije, al levantarlas para el brindis, una frase conocida pero que nunca pierde vigencia:
- ¡Feliz Navidad!
- ¡Feliz Navidad!

Agustín L. Moreno

lunes, 26 de noviembre de 2007

Amargo dulzor de Retamas


Hogar Rodolfo Funke - Parque y Jardín


El Hogar se encuentra rodeado de un parque de aproximadamente 35 hectáreas, extremadamente cuidado, que contiene árboles exóticos que orillan los 100 años y que fueran plantados bajo la administración de Don Rodolfo Funke. Entre muchos otros se puede observar: Arces, Castaños, Nogales, Robles, Araucarias, Álamos, Eucaliptos, Pinos y Fresnos. En la actualidad, a causa de las caídas por fuertes vientos, hay plantación y renovación constante, con el agregado de otras especies, entre ellos frutales. Aquellos que han tenido la oportunidad de pasar unos días en el lugar, nunca podrán olvidar la belleza y el encanto de las aves del lugar, y los jardines que lucen cientos de bellas y esplendorosas flores.

Hogar Rodolfo Funke - Fachada del Hogar


Vista parcial de la entrada principal del Hogar Rodolfo Funke. Este complejo, incluyendo su parque, ocupa unas 40 hectáreas dentro de las más de 13.000 hectáreas que posee la estancia, de las cuales unas 5.000 son productivas (agrícola-ganadera) y el resto son faldeos y montañas. De los ríos o arroyos más importantes de Ventania, el Arroyo Napostá Grande serpentea por toda la estancia y besa, prácticamente, el Hogar y las Casas del Administrador y los trabajadores que viven en el lugar.

Hogar Rodolfo Funke - Comedor de huéspedes


Vista parcial del comedor de huéspedes. Esta sala contiene 6 mesas con 10 sillas cada una. La capacidad máxima de albergue en el Hogar es de 60 personas por contingente.

Hogar Rodolfo Funke - Sala de estar


Vista parcial de una de las salas de estar con que cuenta el Hogar. Los muebles, más allá de algunas reparaciones necesarias, son originales.

Hogar Rodolfo Funke - Sopera Antigua


Sopera antigua en que le era servida la sopa al Sr. Funke en el siglo pasado. Hoy es una reliquia más dentro del Hogar.

Hogar Rodolfo Funke - Sala de lectura


Vista parcial de la Biblioteca del Hogar Rodolfo Funke que cuenta con alrededor de 1000 libros, de los cuales hay cerca de 900 en alemán y 100 en español.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Cerro Ventana - Tornquist


Un vistazo al Cerro Ventana desde la Estación 4



Llegar hasta La Ventana demanda, a ritmo sereno, alrededor de dos horas. En la foto (tomada en cercanías de la Estación 4) se puede observar, en primer plano, plantas de Llantén o Pino Plateado que es un arbusto endémico de Ventania.

Les recuerdo que desde el inicio hasta el final son 10 Estaciones debidamente marcadas. La foto más común del Cerro Ventana muestra siempre la pared sur.

El arbusto con flores amarillas se llama Marcela y sus flores son usadas para infusiones y bebidas refrescantes.

Guanacos y Chulengos en Parque Provincial Ernesto Tornquist - Cº Ventana


Guanaco en Parque Provincial Ernesto Tornquist


La introducción de Guanacos procedentes de Viedma para repoblar el Parque Provincial Ernesto Tornquist no deja de ser una buena noticia. Aunque sigo sosteniendo que todos y cada uno tenemos el deber de velar por el cuidado de este animal autóctono que, décadas atrás, poblara la serranía toda en inmensas manadas. ¡No a su cacería programada o furtiva en toda Ventania!

Ventana "Madre e Hija"

Más allá del Monumento Natural de la Ventana que diera nombre al Cerro y a la Localidad, he encontrado, hasta el momento, otras 5 ventanas que no igualan en tamaño a la Madre de todas ellas pero igualmente contienen sus raras particularidades.
Generalmente están escondidas en las quebradas y laderas.
Algunas fueron encontradas durante mis exploraciones y otras por conocimiento de otros montañistas.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Cerro Ventana - Parque Provincial E.Tornquist


Espíritu de Libertad


No estaba en mis planes salir hacia las sierras, pero esa mañana, al despertar, sentí un deseo irrefrenable de visitar a la siempre amistosa montaña, es por eso que salí, después de preparar la mochila, a las 10:00 hacia el Parque Provincial Ernesto Tornquist para intentar la ascensión del Cerro Ventana.
El día se mostraba soleado y agradable aunque la radio informaba que la sensación térmica era de 3º bajo cero.
Llegué a las doce menos cuarto y fui recibido amablemente -tal su costumbre- por Roberto, a quien saludé cariñosamente una vez estacionado el vehículo.
Allí me dijo:
- ¡Hola Cabra! ¿Cuál paseo vas a hacer?
- El Ventana, Malevo, el ingreso lo cierran a las doce, no?
- ¡No!, a las once.
- Bueno, veré si el Guarda Parque de turno me autoriza a subir. Te veo al bajar Roberto.
- Chau Cabra.
Vale aclarar que a Roberto le decía Malevo pues solía usar un sombrero de paja muy parecido a un tucumano a quien nombraban con ese apodo.
- Caminé el trecho que me separaba del estacionamiento hasta la cabaña de los Guarda Parques y fui recibido por Maxi.
- Hola Maxi -le dije.
- Hola Agustín... hacía rato que no venías por acá. No te dejabas ver el pelo.
- Sí, es cierto. Últimamente he ido seguido al Tres Picos guiando gente, pero vos sabés que mi corazón también está acá.
Entonces agregué:
- Che, Maxi, recién me entero que cierran el acceso al Ventana a las once. Vine tranquilo pensando que era a las doce... ¿Hay algún problema en que suba ahora?
Miró su reloj, que marcaba las doce menos cuarto, y respondió:
- No, pero vos conocés que cerramos a las cinco, así que a esa hora tendrás que estar de regreso... y ya que subís, me gustaría que me hagas un favor...
- Sí Maxi, te escucho...
- Me agradaría que lleves a Nico -dijo mientras me apuntaba hacia un chico de unos 8 años que se distraía jugando con piedras y que miraba ensimismado hacia lo alto del cerro-. Es pupilo de un hogar de niños de la zona y es el único de los internados que eligió pasar el día del niño en este lugar. Generalmente vienen chicos y se quedan rondando por acá en la base, pero lo que menos imaginábamos era que Nico iba a querer subir... así que sabiendo como te manejás vos me venís como anillo al dedo... ¿Podés llevarlo?
Hice un largo silencio y miré a Nico que seguía mirando hacia arriba. En su rostro estaba profundamente marcada la tristeza.
Entonces contesté:
- No sé si es lo correcto Maxi. Temo por sus reacciones, no lo conozco...
Mientras le hablaba a Maxi, no podía dejar de estudiar a Nico con mi vista. Su aspecto, aparentemente de pocos amigos, su vestimenta algo desaliñada y su mirada perdida me hacía presagiar que encontraría en él un rebelde que me causaría problemas.
Se hizo un largo silencio, entonces Maxi dijo:
- Entiendo perfectamente la situación. No te puedo obligar. Dejalo así, no te preocupes.
Mi respuesta no fue rápida pues mi mente se había remontado a mi niñez. Ahí recordé cuantos anhelos, que por esas cosas que tiene la vida, yo no pude concretar, y me dije que si estaba en mis manos poder darle una alegría a ese chico, no debería actuar negativamente.
Volví a mirar a Nico y ya no me quedaban dudas. Lo llevaría.
- Acepto el reto Maxi, pero me gustaría llevar más agua. Comida en la mochila nunca me falta y alcanzará. Trataré de estar antes de las 17:00
- Gracias Agustín. Creo que le darás una alegría muy grande.
- Gracias a vos Maxi. Nos vemos.
El día se mostraba bonito. No había viento y el cielo estaba completamente azul. Nos esperaban las diez estaciones y recién íbamos hacia la primera que era una de las más difíciles.
Nico seguía mis pasos como si supiera caminar la montaña. No era necesario darle instrucciones y en cierta manera esa disciplina, sumado a su constante curiosidad por mirar todo a su alrededor, me causaba una tremenda satisfacción.
Después de superar la cuesta brava del pinar, zigzagueando y respirando aceleradamente, hicimos un alto en la Estación 1.
Le ofrecí agua. Bebió pausadamente y luego me devolvió la botella sin hablarme. Creí, por sus actitudes, que me estaba estudiando, pero eso no me preocupaba, en cambio me gustaba su concentración en el paisaje que se nos iba presentado a cada momento, y ello me alegraba por dos motivos: uno porque me daba cuenta que él lo estaba disfrutando y el otro porque, gracias a eso, no me saldría con deseos de renunciar a la escalada.
De la Estación 1 fuimos sin parar hasta la Estación 4 y Nico seguía sin pronunciar palabra.
Le ofrecí agua, barras de cereales y una manzana y todo fue aceptado por él.
Seguimos la marcha lentamente hasta la Estación 5. De allí hasta la 7 se nos hizo más duro por lo empinado del terreno y a causa de que las rocas, escalones naturales, estaban heladas.
Nico miraba en derredor como estudiando cada piedra, cada planta, y todo lo que se cruzara en el camino.
Él se mostraba sumamente ágil y fuerte, aunque igualmente decidí hacer un descanso en los roquedales que se encontraban antes de llegar a la Estación 8. Desde ese mirador el panorama se ampliaba considerablemente.
De la Estación 8 a la 10, al pie de la Ventana, fue un paseo extraordinario. Yo nunca había tenido ocasión de ver un pibe con tanta devoción por la montaña y sus paisajes. Me alegré sobremanera de haber elegido ese día para pasarlo en la montaña porque caso contrario no habría conocido a Nico.
Entonces, mientras capturaba paisajes con mi cámara, ocurrió lo que yo, a esa altura de la marcha, pensé que no sucedería. Nico habló.
- Siempre esperé este momento.
- ¿Cuál Nico?
- Éste. Mi papá venía siempre a este cerro.
- Mirá que bien Nico, acaso es montañista?
- No, ya no. Mi papá tenía un campo por acá cerca. Él lo trabajaba y lo producía, entonces, en los momentos libres subía con mi mamá porque se conocieron acá y les gustaba mucho. Después nací yo y mi mamá no podía acompañarlo porque me tenía que atender a mi. Pero cuando yo tenía 3 años él siempre me contaba con lujo de detalles los paisajes y relieves que encontraba. Yo quería que me trajera pero él decía que era muy chico y que cuando cumpliera 6 y empezara la escuela me iba a traer. Él subió muchas veces... Por eso cuando en el Ceferino nos preguntaron que nos gustaría hacer hoy yo pedí venir al parque, para ver la Ventana de la que tanto me contaba mi papá... daría todo para que él estuviera acá conmigo.
Noté que sus pequeños ojos brillaban intensamente a medida que hablaba y sus lágrimas, ya incontenibles, corrían por sus cachetes pecosos, entonces me animé a preguntarle:
- ¿Y que pasó con tu papá y tu mamá? ¿Por qué estás en el hogar?
- Mi papá murió. Mi papá tenía un campo en el que trabajaba duro, pero gracias a que hubo años con clima desfavorable perdió cosechas y ganado. Por eso no pudo pagar una deuda grande y perdimos el campo.
Después de eso mi papá se suicidó y mi mamá quedó muy mal y está internada en un hospital. Dicen que no me conoce porque está muy enferma y le llevará algún tiempo curarse. Yo espero, a cada momento, estar con ella otra vez y los días se me hacen interminables.
-¿Y no tenés parientes?
- Sí, pero viven en Alemania y yo me quiero quedar acá, en Sierra de la Ventana. Por eso es que estoy internado en el Ceferino.
Me acerqué a Nico para consolarlo pero no me dio tiempo a nada porque se abalanzó sobre mi, llorando desconsoladamente, y nos fundimos en un abrazo interminable.
No pude disimular mis lágrimas. Y mientras permanecí abrazado a él, tuve la sensación, sin temor a equivocarme, que éramos abrazados por el espíritu de su padre que, seguramente, sabía que su hijo cumpliría el sueño que siempre había anhelado: Subir el Cerro de la Ventana.
Después de ese acontecimiento, el rostro de Nicolás lucía esplendoroso, pleno de paz y libertad.

Agustín L. Moreno

lunes, 19 de noviembre de 2007

Compañero en la altitud del Tres Picos


Chingolito que me acompañó en mi solitaria permanencia en la cumbre del Cerro Tres Picos el 1º de Noviembre de 2007.
Reitero que todas las fotos volcadas en este Blog son de mi propiedad intelectual. Si por alguna razón publicara fotos de terceros mencionaré el nombre del autor.