miércoles, 31 de octubre de 2007

Cerro el 35 - Cordón Sierra de la Ventana - Tornquist


Mi amigo posa para la foto en un día diáfano en la Apacheta que representa el punto de mayor altitud del Cerro el 35.
Lat Sur 38º01'45.0" Long Oeste 62º02'51.6" - Altitud 981m según medición propia con GPS.
Margen de error 4.4m

Navegación en "El Bote"


Un grupo de amigos que formara la expedición al Tres Picos un día de Mayo de 2005, rema alegremente, pastos abajo, en la piedra más popular de Ventania: El Bote

PICO DOS CHULENGOS 861M


Pico Dos Chulengos - Lat Sur 38º05'57.1" Long Oeste 61º59'16.2" - Altitud 861m con margen de error de 4.0m según medición propia con GPS.

martes, 30 de octubre de 2007

Panorama desde el Cordón de las Águilas - Tornquist


Una vista hacia el sur/sureste desde la altura del Pequeño Cordón de las Águilas.
Campos verdes, estribaciones y plegamientos color rosa viejo se anteponen a la distancia del Cerro Tres Picos.

Pico Torre Jardín - Partido de Tornquist


Localizado en el Pequeño Cordón de las Águilas, el Pico Torre Jardín demuestra en primavera y verano todo el esplendor de la variada cantidad de plantas y flores.

Pequeño Cordón de las Águilas - Partido de Tornquist


El Pequeño Cordón de las Águilas se halla ubicado en el Partido de Tornquist y contiene extrema belleza en sus 10 picos, de los cuales, el de mayor altitud es el Pico Rosa Viejo de 667m según medición propia tomada con GPS.
Destacan , el Pico Torre Jardín, el Pico Torre Paraíso, el Pico Marcela y el Pico Lomo de Toro entre otros.
En la foto se aprecia la ladera del Pico Torre Paraíso y al fondo el Pico Rosa Viejo.

lunes, 29 de octubre de 2007

Sur, paredón y después...


Por esta hermosa pared guié a mis amigos para llevar a cabo el descenso.
Pertenece al Cerro Chapas y bajar por ella es sentir fluir la adrenalida por todos los poros.
Está localizado en la Estancia Funke y corresponde al Cordón Sierra de la Ventana.
Partido de Tornquist.
Al sur lo acompaña la Quebrada de la Serpiente y al norte la Quebrada Hachada.

Cumbre del Cerro Chapas


Disfrutando a pleno en un día extremadamente favorable para la actividad en montaña.

Foto en la Cumbre del Cerro Chapas.

Lat Sur 38º09'04.5" - Long Oeste 61º59'00.8" - Average 3.9m - Altitud 832msnm según medición propia llevada a cabo con GPS.

MTB - Vuelta al Lago Paso de las Piedras - 27 Oct 07


Con la organización del grupo "Los Magníficos" y la adhesión y colaboración de la ONG Abrazo a Ventania, se llevó a cabo otro giro más al lago Paso de las Piedras.
54 cicloturistas participaron de una espléndida jornada y giraron en el sentido de las agujas del reloj los 65 km que mostró, una vez más, el increíble paisaje que se puede apreciar y que muchos vecinos de la bahía y la zona aún no conocen.

Barranca lateral del Río Sauce Grande


Dany Fidel, guía de Los Magníficos, encabeza este pelotón que está superando la cuesta brava de la barranca. Más adelantados iban Carlos Sardini y Bocha March, quienes nos esperarían con un sabroso asado preparado al aire libre cuidando el medio ambiente en todas sus formas.
El giro se llevó a cabo en una jornada espléndida en cuánto a clima y grupo humano.

Uno de los pelotones a campo través

Apenas superado la Barranca del Río Sauce Grande, y para retomar el camino costero, hay que transitar 1km a campo través esquivando pozos de peludos y mulitas.

Paisaje que contemplábamos durante el giro al Lago.

Por un lado el Tres Picos con sus estribaciones y por otro la Confitería y Restaurante del Dique Paso de las Piedras cuya coordenadas y altitud sobre nivel del mar, según medición propia con GPS, respectivamente son:
Lat Sur 38º24'34.7" - Long Oeste 61º45'14.2" y 182m

Paisaje panorámico de una porción del Lago Paso Piedras

Con fondo del Cordón de Sierra de la Ventana se aprecia, al centro, el macizo del Cerro Tres Picos, punto más alto de la Provincia de Buenos Aires.

viernes, 26 de octubre de 2007

La Avispa Camoatí nos ha rodeado

En la foto, construídos en el árbol, se puede apreciar, en tono gris, 2 panales de avispas Camoatí. Este insecto, que ha ganado mucho espacio en la zona serrana, construye sus panales tanto en el llano como en la altura de los cerros e inclusive en zona urbana.
Es común ver enormes panales colgando de las paredes verticales de las quebradas o cerros de significativa altitud. Se ven incluso en los cerros más altos de Ventania.
De acuerdo a mi experiencia en el terreno he comprobado que si no se lo molesta actúa de manera pacífica, actitud que cambia totalmente cuando se considera atacado.
Ante la duda de que el panal esté habitado o no, es conveniente no acercarse demasiado.
Si se comprueba que está con camoatíes, ni intentar tocar, golpear o romper el panal.



Hongo de Sierra de la Ventana - 2


Al no haber punto de referencia para determinar el tamaño, no se puede -a través de la foto- lograr el efecto.
Para que se tenga una idea somera su diámetro, a ojo de buen cubero, es de unos 20cms.
La altura por ahí anda también.
Colectar y consumir hongos sin conocimiento puede resultar fatal.

Hongo de Sierra de la Ventana - 1


Una de las tantas especies de hongos que he visto y que el caminante puede avistar en Sierra de la Ventana.
Aunque es común verlo en muchos lugares de Sierra, los he encontrado en mayor cantidad en el Parque Provincial Ernesto Tornquist.
No colecte hongos si no conoce acerca de sus peligros.

Cerro Tres Picos - Cumbre secundaria - Pico Este

Cumbre Secundaria Este - Lat Sur 38º09'27.3" Long Oeste 61º56'57.0" - Altitud 1236m según medición propia llevada a cabo con GPS.

Mezcla rara de nieves y de nubes que rodean a Cº Napostá


Nieve en el Cerro Tres Picos


miércoles, 24 de octubre de 2007

Travesía Cerro Cura Malal Grande / Cerro Cura Malal Chico - 12 de Mayo de 2007


Gracias a las amistades que pude cosechar en mis andares serranos, tuve la oportunidad de conseguir el permiso correspondiente para transitar por
campos privados y llevar a cabo la travesía Cerro Cura Malal Grande/ Cerro Cura Malal Chico en el día.

Destaco que para lograr un resultado exitoso, por lo duro del recorrido a través del filo, es imprescindible contar con muy buen estado físico; ser solidario
y saber trabajar en equipo. La experiencia previa en montaña es beneficiosa por cuanto se soporta estoicamente el esfuerzo continuo.

Foto lograda desde la Cueva Caramanchel - Lat Sur 37º42'58.6" Long Oeste 62º13'51.9" - Altitud 668m según medición propia con GPS y margen de error de 8.2m

Cueva de las Chapas - Partido de Saavedra


Lat Sur 37º43'15.8" Long Oeste 62º14'06.4" - Altitud 955m según medición propia con GPS. Margen de error 13m.

Grupal en el Cerro Cura Malal Grande

Entre cables y antenas, a un costado a reparo del viento, posamos los 9 expedicionarios.

Antenas del Cerro Cura Malal Grande

Aprovechando las antenas que había en la cumbre del CMG mandamos una foto aire-tierra.

Con Juan Schmidt en el Pico Los Mendocinos

A la izquierda se aprecia el Cura Malal Grande portando sus enormes antenas.

Con Julio Cosini en el Pico Banderín

Pico Banderín - Lat Sur 37º43'09.3" Long Oeste 62º14'32.3" - Altitud 972m según medición propia con GPS - Margen de error 4.1m - A nuestras espaldas primero el Pico Los Mendocinos y con las antenas el Cura Malal Grande.

Una Ventana más en el espectro serrano


Desde el filo y a gran distancia, pudimos observar una Ventana Natural entre el Roquedal de marcado color Rosa que contrastaba con el verde del pastizal.

¿Quiénes fuimos los expedicionarios? Juan Benassati, Juan Salvador Schmidt, Santiago Martín, Mariano Costa, Mirco Speca, Julio Cosini, Carlos Eckardt, Daniel Bonzini y yo.

Adelante, al norte, la figura del Cura Malal Chico


El Cura Malal Chico es el primero a la derecha.
Una vez que hubimos consumado el brindis por la cumbre que significó el fin de la trabajosa travesía, nos tiramos al pequeño col que se aprecia entre los dos picos y desde allí bajamos faldeando (por el lado que no se ve) hacia la estancia.
Después tuvimos que caminar a campo través cerca de 2 horas más para alcanzar los vehículos que habíamos estacionado para tenerlos disponibles y llegar hasta la base del Cura Malal Grande en donde habíamos llegado con parte de la flota vehícular.

Trayecto que habíamos superado

Al fondo, a la izquierda, sobresale el macizo del Cura Malal Grande

Cerro Cura Malal Chico - Partido de Saavedra


Lat Sur 37º41'51.5" Long Oeste 62º16'50.1" - Altitud 790m según medición propia con GPS con un margen de error de11.5m
Cumbre del Cura Malal Chico. Una vez terminado el descenso dimos por finalizada la travesía cuyo resultado para nosotros fue exitoso.
Mi agradecimiento a quienes con su voluntad y buena predisposición nos permitieron acceder y transitar por sus propiedades.

martes, 23 de octubre de 2007

Escalada con visibilidad reducida


Ascensión con niebla


Madre e hija disputando la delantera

"Mar", la madre, tiene 6 años y 13 cumbres. "Sol", la hija, tiene 1 año y ésta fue su primera cumbre.

Con "Mar" y "Sol" en el Tres Picos el 20 Oct 2007


HITO IGM - Lat Sur 38º09'29.3" Long Oeste 61º57'07.3" 1243m según medición propia con GPS - Margen de error 3.0m

El Tambo - Estancia Funke - Paisaje serrano


Cueva de los Guanacos


LAT 38º08'40.7" LONG 61º57'36.3" 938m- Average 8.8m - Medición propia según GPS.

lunes, 22 de octubre de 2007

"El Caballito" - Figura tallada por la naturaleza en la roca serrana que da origen al nombre de la Quebrada del Caballito. Según medición propia con GPS su coordenada es: Lat Sur 38º08'13.8" Long Oeste 61º58'57.0" - Altitud 681m con margen de error de 4.0m

Cumbre tempestuosa - Parte 1 de 2



La luna, en su cuarto creciente avanzado, alumbraba nuestro camino y resaltaba los sombríos rincones de la montaña. Esa conjunción fenomenal ponía al descubierto un paisaje en blanco y negro que le daba más secretos a la noche que, vestida de gala, lucía sus relieves en claroscuros y magnificaba el espectro serrano dándole una mezcla de distinción y misterio. Tenía un toque de magia tan notable que, mientras la contemplábamos, nos dejaba sorprendidos y admirados.
Era la noche del viernes 21 de enero de 2005 y nos encontrábamos metidos en el corazón del Cordón de Sierra de la Ventana.
Recorríamos el sitio en el cual se encontraban, por un lado, las quebradas más extensas y profundas, y por el otro, el cerro más alto del Sistema de Ventania. El suspenso, superado solamente por Alfred Hitcoch en la ficción, se respiraba en el ambiente.
Después de un par de horas de caminata cuesta arriba, hicimos un alto pues la marcha se tornaba pesada por el calor. Habíamos iniciado la ascensión a las diez y media de la noche y el viento del noroeste, en esa noche de verano insoportable, nos aliviaba al contacto con la piel sudada. Vestíamos pantalón y remera livianos pero así y todo transpirábamos cada vez más. La humedad relativa ambiente era elevada y a consecuencia de ello nuestra ropa se pegaba al cuerpo.
El tema obligado del grupo era encontrar la mejor expresión idiomática para exaltar la belleza del paisaje que nos rodeaba por arriba y por los costados. Por un lado teníamos el cielo, muy oscuro, y por el otro el contraste de las estrellas que, al latir, se agrandaban o se achicaban.
A ese panorama le agregábamos el avance de la luna que trepaba sin ruido pero sin pausa.
El clima, hasta entonces, parecía ser favorable y beneficioso para nuestro emprendimiento.
Sin embargo, al detener la marcha y girar moviendo todo nuestro cuerpo como si fuera un compás, no sólo comprobamos que habíamos hecho un circulo, sino que, para nuestra sorpresa e inquietud, descubrimos relámpagos que en el horizonte alumbraban un frente de tormenta que avanzaba a paso redoblado como el enemigo tirano.
No tuve mejor idea que decirle al equipo que yo había mirado Internet y que los pronósticos no anunciaban lluvias en el área serrana. Que dado las observaciones del día y mi pensamiento positivo, estaba totalmente convencido de que esa noche no llovería.
A medida que transcurrían los minutos mi convencimiento se convertía en duda. Al final, Guillermo, uno de los integrantes del equipo dijo:
- Muchachos, no quiero ser pájaro de mal agüero pero yo consulté el Servicio Meteorológico Nacional y pronosticó desmejoramiento del tiempo, chaparrones aislados y tormenta eléctrica.
- No lo niego, pero generalmente me baso en los pronósticos de la mayoría –añadí.
Al no haber respuesta y confiado en mi pronóstico agregué:
- Además, hay viento, y mientras haya viento no lloverá, miren que noche diáfana!
Todos rieron por la terminología que usé pero no hubo comentario alguno.
Media hora después de la medianoche llegamos al nivel de altitud de la Cueva de los Guanacos desde donde se puede ver, claramente, las luces de las poblaciones de Sierra de la Ventana, Saldungaray, y Coronel Pringles. Las luminarias resaltaban mucho más porque la luna que nos venía alumbrando fue tapada por negros nubarrones que avanzaban con un fin incierto, pero que, ante el cariz que iba tomando la tormenta, ya nos percatábamos que tendría algún desencadenamiento natural.
De la claridad de una noche de luna pasamos a la oscuridad de una noche sin ella.
- Ya no nos vemos -dijo Miguel-. Hasta recién nos mirábamos y nos veíamos. ¡Cómo cambió!
- Sí, y miren cómo se nos viene encima la tormenta! -exclamó Pablo.
Guillermo sonreía al ser cómplice del pronóstico del SMN. Daniel y Zulema eran los más callados y silenciosos.
Hicimos un alto para comer algo frugal e hidratarnos convenientemente, allí, después de la austeridad gastronómica, les dije:
- Bueno muchachos, que tal si seguimos?
- Vamos -dijeron al unísono.
Exactamente a las dos de la mañana del sábado 22, a pesar de trepar los últimos metros en estricto silencio, despertamos al supuestamente dormido coloso bonaerense.
Con la alegría propia del momento pero con la euforia controlada nos dirigimos al refugio pircado de la cumbre, y nos mimetizamos en él creyendo que teníamos dominada la situación climática. ¡Qué lejos estaba nuestra creencia de la realidad!
- Es mi primera cumbre nocturna –dijo Miguel.
- Primera también –añadieron Guillermo, Daniel y Pablo.
Zulema saboreaba su segunda conquista en esa condición.
Aquellos que teníamos ropa mojada por la transpiración nos pusimos ropa seca y nos acomodamos en el circular asilo montañero.
El espectáculo que daban los relámpagos nos pareció sorprendente y en cierta manera maravilloso porque en un segundo nos iluminaba la cumbre y seguidamente lo hacía con la cresta del Cerro Ventana. Luego nos volvía a iluminar a nosotros y seguía por otra zona. Alcanzábamos a ver los campos que, alumbrados por los refucilos, mostraban sus pertenencias.
Al cabo de pocos minutos los relámpagos eran acompañados por estremecedores truenos y después fue una constante: luz y sonido. Faltaba la acción pero no tardaría mucho en llegar.
- Tranquilos -dije a mis compañeros-, mientras perdure el viento no lloverá. Comamos que nos vendrá bien.
- Yo traje una sidra -dijo Pablo-, vamos a brindar por la cumbre.
- Buena idea -agregó Daniel.
- ¡Genial! -añadimos todos.
- Hay que abrirla antes de que se caliente -dije yo.

Cumbre Tempestuosa - Parte 2 de 2


¿Alguna vez has visto parar la lluvia?

Mientras Pablo abría la sidra y yo sacaba fotos empezaron a caer las primeras gotas de lluvia.
- ¡Acomódense para la foto! -alcancé a decirles-. No creo que podamos sacar la grupal porque se está largando con todo!
Hicimos unas cuatro o cinco tomas y, armados de coraje, nos volvimos a sentar en el refugio para seguir descansando y disfrutar de la noche y sus luces fenomenales. Yo estaba plenamente convencido de que caerían unas gotas y nada más, pero la naturaleza iba a actuar distinto a lo que yo creía.
Los relámpagos, furiosos, se acercaban cada vez más a la cumbre, y el sonido de los truenos, con el crack característico que asusta, se desparramaba por todas las quebradas que a su vez actuaban como cámara de reverberancia.
Por nuestro lado reinaba silencio absoluto. Si alguien del equipo quería hacerse oír, o dar a entender alguna cosa, tenía que gritar o hacer señas.
Estábamos metidos en el centro de la tormenta pero, gracias a nuestro desparpajo, el estado de ánimo del equipo estaba tan alto como el Tres Picos.
- ¿Qué mierda estamos haciendo acá? -dije de repente y todos rieron a carcajadas.
- Sí, es cierto -añadió Guillermo-, en esta noche "diáfana"
Las risas estridentes fueron tapadas por rayos y centellas. La tormenta eléctrica estaba uniendo su cable “nubes a tierra y viceversa” y nosotros éramos parte de la antena terrenal.
Durante veinte minutos aguantamos estoicamente las primeras gotas que eran grandes y heladas.
A efectos de resguardar mi cámara fotográfica la puse en el estuche y la coloqué en una bolsa estanca. Justo allí, en el preciso momento de terminar la acción de colocarla en la mochila, empezó el diluvio.
- ¡Vamos muchachos! -grité-. La lluvia viene del cuadrante noroeste. Conozco un alero a escasos tres minutos donde podemos resguardarnos.
Las gotas de lluvia eran magnificadas por el halo de luz de las linternas y nos daba la sensación de que fueran más contundentes.
- Por acá -grité al quinteto que venía en fila india-, este pequeño alero nos puede cobijar un poco hasta que calme el temporal.
Nos sentamos todos de espaldas a la lluvia y al alero que evitaba gran parte de la precipitación, pero enseguida rotó el viento y la lluvia, cada vez más copiosa, nos castigaba desde el sur.
Nuestro escudo ya no servía. Permanecimos sentados uno al lado del otro para darnos calor pero el agua se nos iba colando por todos lados.
Repentinamente nos cubrió la niebla y la luz de las linternas ya no tenía su efectividad.
Si algún fenómeno natural nos estaba faltando ya había llegado. Habíamos resistido el calor, los relámpagos y truenos, la tormenta eléctrica, y después la niebla se había instalado para dejarnos con visibilidad cero.

Todos en aparente buen estado y condición

- No tiene sentido que nos quedemos acá -dije al grupo-, estamos completamente mojados y si nos quedamos nos vamos a enfriar.
- ¿Qué hacemos? -preguntó Zulema rompiendo su silencio.
- Vamos a bajar ya mismo. Nos seguiremos mojando pero al estar en movimiento nos mantendremos calentitos. ¡Siganme!
No quise mencionar la palabra pero me salió de adentro.
- ¡Ay la que nos espera! -dijo Miguel y todos rieron.
Pero la risa duró lo que una estrella fugaz.
El equipo bajaba en silencio total.
Superamos el despeñadero y en pocos minutos nos metimos de lleno en la Canaleta de los Guanacos que se caracteriza por su abrupto y barrancoso terreno.
La situación no podía ser peor. Transitábamos sobre las piedras sueltas, el pastizal mojado, y bajo una cortina de lluvia. El viento, con sus ráfagas violentas, me estremecía, y la tormenta eléctrica, impredecible en sus consecuencias, me atemorizaba. Pero no era momento de pensar en ello porque tenía que estar completamente concentrado en pisar los lugares en donde pudiera trabar para no resbalar y caer. El desnivel era muy marcado y precipitar allí significaba rodar metros hacia abajo con serios riesgos de sufrir lesiones severas.
Mi responsabilidad era marcar con mis pasos la mejor ruta para que mis compañeros tuvieran las mínimas posibilidades de sufrir caídas.
Descendía lentamente pero con firmeza, alentando constantemente al equipo para darles seguridad, aunque la mejor seguridad era la que se podían brindar ellos mismos.
Mi ayuda, más que nada, no era el apoyo psicológico que se aprende en las universidades, sino más bien, el que se aprende en la montaña en situaciones críticas.
De tanto en tanto hacía un alto de un minuto para mirar hacia atrás y hacia arriba, para ver como se desempeñaba el grupo en el “terreno embarrado”. Al hacerlo, apagaba mi linterna para no encandilarlos, y entonces sin querer, descubrí un mundo de luces que cautivó a mi cerebro. Era un concierto de luminarias de brillantez inigualable y formas indescriptibles. Trazos y aureolas producidas por el halo de sus linternas que, cambiando constantemente de aspecto a causa de la niebla y la lluvia, se magnificaba y brindaba un espectáculo digno de ser contemplado. Gracias a ese descubrimiento, y para gozar del espectáculo, de allí en adelante hice un alto cada veinte metros. No me quería perder detalles del juego de las luces artificiales.
Embelesado por esa causa, y habiéndome olvidado de los rayos, no me había dado cuenta de que íbamos a través de la Cueva Nido de Águilas.
Dudé por un momento si era conveniente refugiarnos en ella o seguir. Pero decidí seguir porque mientras lo hiciéramos estaríamos en marcha con el cuerpo caliente.
La lluvia continuaba y estábamos con la ropa totalmente empapada.
Dejamos atrás la piedra “el bote” y a partir de allí, casi en el llano, caminamos sobre los charcos que se habían formado en el sendero.
Un escollo durísimo había sido superado y las condiciones del tiempo tendían a mejorar.
No más rayos, no más niebla, el viento amainaba y la lluvia también.
No nos quedó duda alguna de que la “fiesta” estuvo concentrada en la pirámide somital del Tres Picos y nosotros caímos como peludo de regalo.
Con el mejoramiento del tiempo consideramos que era momento adecuado para hacer una parada, la cual se hizo extensa por la abundancia de comentarios vertidos en relación a tan singular ascensión.
La luz natural regresó y las linternas perdieron su protagonismo.
El amanecer permitió que nos viéramos las caras otra vez y pudiéramos comprobar, más allá de sentirlo en la propia piel, el estado de nuestra vestimenta que estaba toda empapada.
En la última hora de regreso, mientras mi cuerpo caliente luchaba por secar la ropa, escuché con suma atención el concierto interpretado por los pajaritos del lugar que, según es su sana costumbre al despertar, lo primero que hacen es cantar.

Agustín L. Moreno

jueves, 18 de octubre de 2007

Orugas avistadas camino al Cº Tres Picos


Minúsculo Sapito de la Sierra avistado en el Cerro de la Carpa


Predador natural del mosquito cavernícola


Ranita avistada camino al Pico Dos Chulengos

Pico Dos Chulengos - Lat Sur 38º05'57.1" Long Oeste 61º59'16.2" - Altitud 861m según medición propia con GPS - Margen de error 4m.

Ranita avistada camino al Cerro Horqueta

Cerro Horqueta - Altitud 809m según medición propia de Carlos Eckardt con GPS - Margen de error 5M.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Cerro Fundación Funke - Altitud 671msnm

Lat Sur 38º05'23.8" Long Oeste 62º04'22.0" - Altitud 671m según medición propia con GPS. Margen de error 3.4m. Ascenso de suave declive que demanda alrededor de 1 hora a ritmo muy lento. Suele ser visitado por familias con chicos de 4 años en adelante. La Estancia ofrece también cabalgatas e inclusive se puede alcanzar la cumbre a caballo.

martes, 16 de octubre de 2007

Tres Picos - Diurno y nocturno - Luna de Enero

"Luna de Enero"
Llegué al refugio y me senté en el banco improvisado que alguien se había encargado de armar quitándole piedras al pircado.
Allí me cambié la remera, totalmente mojada por el sudor, por otra seca para evitar el enfriamiento.
La ascensión que había llevado a cabo al Cerro Tres Picos en aquel verano, pleno de calor, me había hecho transpirar mucho más de lo que era normal en mi.
Sintiéndome más cómodo y con la satisfacción de estar a mayor altitud que todos los habitantes de la provincia, miré hacia los alrededores, respiré hondo, y me dije a mi mismo: "este esfuerzo bien valió la pena"
Repasé los cristales de mis anteojos con el orillo de la remera pues no quería perderme detalles del paisaje y mucho menos de la puesta de sol que estaba a punto de concretarse. Faltaban apenas minutos para las ocho de la noche de aquel 25 de Enero de 2005 y me encontraba completamente solo, o al menos eso creía yo.
No pude resistir la tentación y me tiré, por unos minutos, a lo largo y a lo ancho del pedregoso y desparejo suelo de la cúspide mirando el cielo que aun se mantenía firme en su color azul profundo y ahí, en ese preciso momento me sentí salvajemente sensible. Sensación que venía descubriendo en cada una de mis ascensiones en solitario y que se acrecentaba al descubrirme solo en el punto más alto. Notaba, en el silencio sepulcral de la cima, que la mística me rodeaba y quitaba el peso de mi cuerpo y me hacía elevar y flotar por el aire.
Extraña mezcla de melancolía y añoranzas que me hacía sentir más vivo que nunca; aferrar a las vivencias y sentimientos más puros y nobles. Me sentía acariciado por Dios.
Me levanté para salir de mi letargo programado y enseguida se mostró el panorama con casi todos los cerros de Ventania al alcance de mis ojos. Ese paisaje me causaba una profunda satisfacción y fascinación.
"A quien no le gusta asombrarse ante tanta belleza" -me dije sueltamente.
Mientras observaba las cambiantes figuras en ese escenario, y como se iban imponiendo las sombras sobre los claros, se me ocurrió -como en otras ocasiones especiales lo hacía- preguntarme "Cuál sería la causa que me empujaba a escaparme a la montaña en solitario"
Repentinamente vino a mi mente la imagen de mi niñez, de los amigos de la infancia, de los juegos de equipo, y de las travesuras pergeñadas cuando me encontraba solo y que causaban molestias a la vecindad porque siempre actuaba maliciosamente. Sin embargo ahora, ya maduro, el hecho de encontrarme solo hacía que me sintiera más tranquilo y pacífico que otrora.
En ese momento estaba solo otra vez en la inmensidad de la montaña y con la noche al caer. El horizonte se veía cada vez más desdibujado y allí reaccioné dejando de lado mis pensamientos para prepararme a ver y testimoniar la puesta de sol y enseguida la salida de la luna.
Acomodé el trípode y esperé, con la cámara alistada, el momento preciso. Primero una cosa, luego la otra. Solamente tendría que apuntar al oeste y después al este.
Miré el paisaje y vi, con la última luz natural, toda la serranía por debajo de mis pies tiñéndose de dorado intenso a negro claro y transparente.
El descanso que estaba disfrutando al natural, había normalizado mi pulso y respiración, así que aproveché para beber considerable cantidad de jugo para hidratarme y comer, a la vez, una manzana verde del Valle de Río Negro. La fregué en mi remera multiuso, la distancié de mis ojos extendiendo el brazo, y al verla se me hizo agua la boca. Hinqué mis dientes en ella, cerré los ojos, y disfruté con el extraordinario sabor que se iba expandiendo por todo mi paladar. Sólo se oía el ruido de mis incisivos al hundirse en la manzana y los molares masticándola. Entonces apareció él.
Sí, él, alguien a quien yo nunca hubiese imaginado que pudiera acompañarme y me hiciera vivir lo que me pareció el sueño más fantástico que pudiera inventar.
Dejé de morder la manzana pues me dio toda la sensación de escuchar una voz a escasos centímetros de mí. Miré en derredor y nada, pero volví a escuchar la voz que, con total claridad me dijo lo siguiente:
- ¡Hola!... ¡Hola!... ¡Acá, entre las piedras!
Lo vi mirándome fijamente y no podía dar crédito a lo que me estaba sucediendo. Durante muchos años de expediciones y exploraciones a las sierras del sudoeste bonaerense pude conocer, contemplar y avistar especies varias de la flora y la fauna del lugar, y en cierta manera ello me daba patente para sentirme lo suficientemente seguro, o casi al menos, de que muy pocas cosas podrían llegar a sorprenderme en estos días, aunque el caso que me estaba afectando jamás lo podría haber imaginado.
Supuse que era un hechizo consumado a través de la manzana por alguna bruja malvada porque no estaba dispuesto a creer lo que mis ojos estaban viendo. "Estoy solo, estoy solo" me decía a mi mismo una y otra vez a la par que me abofeteaba la cara como en las historietas para comprobar que no estaba soñando. ¿Habría sido la calurosa tarde de verano en la montaña que me había afectado a través del golpe de calor? Pero no, estaba completamente convencido de que éramos el cerro, el cielo, yo, y todos los seres vivientes del ecosistema serrano pero que hasta donde yo sabía no hablaban... o sí?
Mis oídos ya se habían familiarizado con los cantos de las aves, grillos, vientos, ranitas y sapitos de la sierra; a los relinchos de los nobles guanacos; a los chillidos de las águilas moras; a la voz del silencio; a la música de los arroyos y chorrillos; a los gritos desaforados de los vendavales; a los cuchicheos de los duendes y al ruido del aleteo eléctrico de las golondrinas en plenas piruetas aéreas; a las voces de los montañistas y al ruido de las maquinarias que manejaban los abnegados hombres de campo allá abajo, en el llano, pero lo que yo estaba viendo y escuchando en ese momento superaba todas mis fantasías.
Cerré mis ojos una y otra vez y otras tantas los volví a abrir y allí estaba él... ¡Era un ratón!, ¡un ratoncito colorado colilargo y me estaba hablando!
Pensé que era conveniente no contestarle por la siguiente razón: Si le contesto -me dije-, estaré confirmando que estoy loco de remate y tendré que buscar ayuda sicológica.
Sumido en mis pensamientos escuchaba su voz.
- ¿Es qué no vas a hablar conmigo?
Lo observé y lo estudié como quien ve un bicho rarísimo. Miré hacia todos lados para cerciorarme de que no hubiese alguien manejándolo a control remoto y no fuera más que un ratón metálico. No vi persona alguna. Entonces sí, lo miré, y no del todo convencido le dije:
- ¡Hola!
No estaba seguro de estar viendo lo que veía, así que traté de usar palabras cortas para que, llegado el caso de que alguien estuviera gastándome una broma no se burlara tanto de mi actitud.
Entonces disparó:
- ¡Qué suerte que viniste!
Volví a mirar para todos lados y no vi indicios de persona alguna, entonces abiertamente me dispuse al diálogo.
- ¿Y se puede saber por qué es suerte?
- Todo tiene explicación -me dijo-. Vi que estabas comiendo una manzana y, como la manzana a mi me gusta, no pude aguantar estar escondido mirando cómo la comías vos solo.
- Está bien, está bien, pero vamos por parte. En mi capacidad de humano sé de la existencia tuya y de tus parientes, es más, he sufrido las consecuencias de ciertas actitudes de ustedes en muchas de las cuevas como por ejemplo la rotura de prendas térmicas; el robo de cigarrillos a mis amigos, y ni hablar de las galletitas que nos comieron...!
- Todo tiene una explicación -reiteró mientras apoyaba una mano en su cintura y la otra en lo alto de una roca.
- ¡Ah sí?... y cuál es la explicación?
- Vos, tus amigos, y toda la gente que viene nos deja al alcance de las manos todo lo que vos decís y mucho más. Vienen y tiran todo al suelo sin tener cuidado de donde lo dejan. No reparan en nosotros ni en ningún otro animalito. Actúan como si los únicos seres que existieran fueran los humanos. Los cigarrillos los robamos para sacarles el filtro y usarlos para construir nuestros nidos y velar para que nuestras crías no pasen frío. Ustedes los usan para enfermarse y para contaminarnos y hasta suelen provocar incendios. Ustedes no tendrían que fumar en estos lugares por el peligro que ello encierra. Las prendas sintéticas tienen el mismo fin, para nuestros nidos, y las galletitas las comemos porque nos gustan, pero no comemos carnes ni otras cosas que no sean naturales. Somos herbívoros. Nos alimentamos de raíces y algunas galletitas de vez en cuando y... me está dando hambre... ¿Me convidás un pedacito de tu manzana?
Lo miré y me convencí de que era real. Las cosas que me estaba diciendo eran ciertas. Y no me echó en cara, al menos por ahora, el hecho de que muchos humanos ocupan sus lugares de residencia y no se los dejan como los encontraron, sino muchas veces contaminado. Entonces le respondí:
- Sí, es verdad, pero nunca vi uno de ustedes acá arriba, en lo más alto... eso me llama la atención.
- Ya te dije que todo tiene explicación. Cuando yo nací, que dicho sea de paso lo hice en un nido calentito en la cueva que ustedes llaman Nido de Águilas, crecí con las caricias y el cuidado de mi mamá. Y como ustedes iban seguido me familiaricé con sus voces. Recuerdo que se contaban todas las experiencias que habían tenido en tal o cual cerro, laderas, quebradas, los comentarios acerca de lo bonito que era éste lugar; que la cima del cerro era acogedora; que el paisaje que se veía desde ese punto era espectacular, y lo maravilloso que era sentir sensaciones que sólo se sentían allí, entonces...
- ¿Entonces?
- Entonces yo tuve un sueño. Mi sueño era que cuando creciera mis padres me llevaran hasta la cima, pero...
Mientras me hablaba se iba acercando hacia mi. Allí pude apreciar el brillo de sus ojos negros que se iban iluminando por la emoción a medida que me contaba en relación a sus sueños. Entonces le dije:
- Es que llegar hasta acá arriba no es nada fácil... a propósito, cuál es tu nombre... cómo te llaman?
- No podrías entenderlo porque no tiene traducción y te causaría gracia oír mis chillidos... pero sé pronunciar tu nombre porque lo aprendí y lo recuerdo. Tu nombre es Chegu, no?
Me causó gracia realmente, no tanto la probable emisión de su chillido, sino el hecho de que se acordara de mi nombre y lo bien que lo pronunciaba. No me quedaban dudas. Mientras estuvo en su hogar nos había escuchado tanto a mi como a mis amigos.
Instintivamente yo miraba hacia todos lados. No quería ser sorprendido por algún otro montañista que apareciera de repente y me encontrara hablando y gesticulando solo. Mucho menos entendería cuando le contara que estaba hablando con un ratoncito. Imaginé la loca situación y reí.
Entonces seguí la charla:
- Sí, correcto -le dije-, tenés muy buena memoria. Aunque también me llaman por otros nombres o apodos, pero mi verdadero nombre es Agustín, y sabés qué? me gustaría llamarte a vos con un nombre que pueda pronunciarlo sin chillidos, que suene como estamos hablando ahora, quiero decir, en este lenguaje o vocabulario o no sé cómo llamarlo... me entendés?
- Sí claro que te entiendo, pero te sigo contando. Mis padres nunca llegaron más allá de la cueva que ustedes se empeñan en llamar Nido de Águilas cuando en realidad deberían llamarla "Cueva de los Ratoncitos", porque somos los que más la habitamos, pero ahora no viene al caso, y como mis padres no conocían el camino y el resto de la comunidad tampoco, no estaban en condiciones de tomar tamaña decisión por una cuestión de fuerza mayor: el riesgo de perder sus vidas y la mía propia ante el probable ataque de los yaras y las águilas.
A esa altura no sé si yo ya estaba realmente loco o embelesado por su charla porque era un placer escucharlo. Y siguió contando.
- Más allá de mi tristeza, acepté la decisión de mis padres y pares, pero a partir de ese momento me propuse, sin poner en riesgo la vida de ellos, llegar a la cima por mis propios medios.
- ¿Y cómo lo lograste?
- Con esfuerzo y dedicación. Cuando veía pasar un montañista hacia arriba lo observaba, estudiaba los senderos por donde iba y entonces, sin que se diera cuenta, lo seguía. Un metro, cinco, veinte, y así sucesivamente, hasta hoy...
- ¿Cómo hasta hoy?
- Sí, hasta hoy en que logré llegar. Así como me ves he venido por primera vez, o como dicen ustedes, hoy he logrado mi primera cumbre, y la conquisté siguiéndote a vos.
- O sea que si venía gente vos subías y si no venía gente vos no subías... es así?
- No, no. Yo aprendí el camino siguiéndolos a ustedes, pero todos los días repetía lo andado y regresaba a casa, y todo lo que había andado no llegaba más allá de la precumbre, y no me animaba a subir solo por temor a perderme. Y perderme de conocer, valga la redundancia, lo mejor según vos. Perderme de hacer realidad todas las fantasías que vos creaste en mi mente; la vista; los paisajes; las sensaciones que sentías cuando te encontrabas en la cumbre, esas que vos muy bien describías a tus amigos, sensaciones que me gustaría poder sentir y, como vos hacés con los tuyos, poder transmitírsela yo a mis amigos, a mis pares, y... tengo hambre, me vas a dar un cachito de esa manzana que tenés en la mano?
A esta altura se había sentado frente a mi en la misma posición en que se sientan los humanos. Es más, se había recostado contra una de las piedras que forman el refugio circular desde donde me hablaba con una fluidez que me dejaba absorto. ¡Era un ratoncito y estaba hablando mejor que yo!
Traté de calmar mi excitación tomando un poco más de jugo. El sol estaba preparando su lecho y la luna a punto de romper el cascarón, entonces, mirando al ratoncito le dije:
- Se me acaba de ocurrir algo, si no te disgusta te llamaré "Luna de Enero".
Al hacerme un guiño y mostrar el pulgar arriba con una manito en señal de aprobación, agregué:
- Entonces a partir de hoy para mi serás "Luna de Enero"
Corté un pedazo de la manzana y se lo alcancé. Lo tomó con sus dos manitos y se lo llevó a la boca para comerlo de a poco, suavemente.
Compartimos cerca de dos horas de animada plática hasta que llegó la hora en que consideré oportuno pegar la vuelta.
- Luna de Enero -le dije-, te felicito por "tu" cumbre. Quiero decirte que estoy muy orgulloso de vos y sé que llegarás todas las veces que te lo propongas.
No dijo nada y sólo atinó a darme un abrazo que conmovió mi alma.
Bajamos juntos hasta su cueva entre las sombras del macizo rocoso y la luz de la luna llena.
Seguí mi ruta, y sin darme cuenta murmuré: "Me gustaría verte otra vez... Luna de Enero"

Agustín L. Moreno

"Luna de Enero"


Escalando la Cara Norte del Cura Malal Grande

La invitación de Fermín Liceaga y Eugenio Ducós para apreciar el Audiovisual las 7Cumbres de Heber Orona había sido recibida por mi con sumo beneplácito. Es así que Coronel Suárez me recibió aquella tarde de Junio de 2007 junto a otro gran entusiasta de la montaña: el amigo Juan Benassati, que al igual que yo era un vecino de la bahía. Mi alegría no podía ser mayor al reencontrarme con grandes amigos en la entrada del teatro. Allí estaban recibiendo a los espectadores Fermín y Eugenio, mientras que en el interior, atendiendo al periodismo, estaba Heber Orona. Al rato cayó Miguel "Lito" Sánchez con Martín "Fideo" Molina, también grandes escaladores mendocinos.
Una vez terminada la función a teatro lleno compartimos un sabroso asado en el quincho de Eugenio. Después nos fuimos a dormir temprano porque el programa para la mañana siguiente era escalar el Cerro Cura Malal Grande por la pared del frente.
Mientras desayunábamos llegó Eugenio con familiares y amigos de él a buscarnos.
Salimos rumbo al Cura Malal Grande con visibilidad casi cero por la densa niebla que disipó antes de llegar a la estancia. Se abrió el escenario y pudimos apreciar el cielo intensamente azul y todo el Cordón Cura Malal, imponente a un lado, y el Cordón Bravard, esplendoroso, al otro costado.
En la estancia nos esperaba Fermín quien estaba acompañado por otros montañeros. En otro lado, a unos doscientos metros junto a un corral, había otro grupo de personas que iría a caballo hasta cerca de los 850m.
Bajo la guía de Fermín encaramos por una de las tantas quebradas que nacen del cerro y sus estribaciones y donde se podía apreciar, desde el punto de partida, una alameda completamente sin hojas por efecto del otoño. Después de media hora de marcha estábamos atravesándola como si fuera un impenetrable, aunque a punto de llegar a ella Fermín nos mostró, entre la maraña de árboles, una gran cueva que, generosa en dimensiones y comodidad, nos alojó por escasos minutos. De allí pasamos por un piletón que alojaba el agua que escurría de las paredes verticales y que formaba una Garganta.
- Fermín, ¿cómo se llama éste lugar? -pregunté.
- Villé de Rodé, -me contestó con una sonrisa y agregó-: a éste lugar, el que tanto queremos mi familia y yo, lo caminábamos siempre desde muy pequeños, y mi abuela, para nosotros "Abuelita", lo subió hasta los 80 años con muchas ganas y alegría.
Mi respuesta fue una sonrisa de aprobación y admiración hacia su querida "abuelita"
Seguimos caminando y yo me preguntaba que lindo sería si toda la gente tuviera el mismo espíritu que su abuela. Muchas veces yo había invitado a jóvenes amigos a compartir un día de montaña y lo habían rehusado alegando estar cansados o manifestando que ese esfuerzo les haría doler las piernas.
Rápidamente mi mente volvió al lugar y quedé asombrado de las tantas maravillas que traza la naturaleza a través del tiempo. ¡Cuántas cosas se descubren andando!
Pero pronto mis reflexiones fueron censuradas porque alguno al pasar, en tono de broma, dijo: "Falta mucho para el asado?
Lo bueno que tenía aquella ascensión era la falta de senderos, así que lo seguíamos a Fermín por la ruta que él iba trazando.
Yo había subido en tres oportunidades el macizo de ese Cordón pero nunca por Villé de Rodé, ruta que nos depositaría en la encumbrada pared norte, mucho más abrupta y escarpada que las otras vías.
Llegamos a los 965msnm e hicimos un alto. Allí, Martín "Fideo" Molina, intentaría superar un extramuro mediante escalada técnica.
Mientras la mayoría de la gente descansaba y bebía para mantenerse hidratada, Fideo, con la ayuda de Heber preparaba cuerdas y resto de equipamiento para empezar el intento.
Al mirar hacia abajo pude apreciar que llegaban 9 jinetes y desmontaban justo en el lugar en que se hacía inasequible el paso de los equinos.
Tras varios intentos y cerca de una hora Martín pudo superar el escollo y todos aplaudimos su conquista. Quizás haya sido el primero en superarlo porque no había historia acerca de que otro escalador lo hubiera hecho antes.
Un grupo numeroso seguimos hacia la cumbre por la escarpada pared desviándonos al occidente esquivando el extramuro. Heber, Fideo y Fermín subieron por otra ruta hacia el oriente y llegaron un rato después que nosotros.
No había viento fuerte pero igual buscamos el lugar más conveniente para el esparcimiento merecido. Después se sirvió la mesa: emparedados, gaseosas, chocolates, barras de cereales, agua, manzanas y agua. Un poco de vino para festejar la cumbre y el hecho de estar almorzando en el punto más alto del Cordón Cura Malal con el Corral de Piedra debajo de nosotros regalándonos unos paisajes increíblemente bonitos y atractivos.
Un Águila Mora, que desplegaba su gran envergadura, nos sobrevoló a escasos diez o quince metros regalándonos, con su presencia, el postre más preciado.
El descenso se llevó a cabo cruzando el pequeño col donde nace la canaleta y fuimos en busca del Pico Los Mendocinos, de 1027msnm. De allí, prestando mucha atención donde poníamos el pie, bajamos por la abrupta Quebrada del León, cubierta de altos pastizales y ausencia total de senderos.
Cuando estábamos por terminar el descenso, Fermín le mostró a Fideo una pared espectacular para llevar a cabo escalada técnica. Allí nomás, Lito le pidió a Fideo que la escalara, pedido que no se hizo esperar.
Una vez logrado el objetivo los aplausos sonaron en la quebrada rompiendo la quietud y el silencio de la tarde.
Todavía nos aguardaba otra sorpresa.
Fermín encaró por un callejón ascendente y al cabo de unos minutos de marcha paró y nos dijo:
- Éstas son las Tablas de Moisés.
Dos tremendas lozas que se habían despegado de la pared quien sabe cuando yacían paradas y apoyadas sobre ésta formando las Tablas de Moisés. El nombre no les podía caber mejor.
Recorríamos el tramo final y veíamos, desde lejos, vehículos estacionados y alrededor de ellos personas que, indudablemente, nos estaban aguardando a pesar del frío que empezaba a sentirse. Yo observaba a cada momento como el sol pegaba en la cima del Cura Malal Grande y le daba un brillo particular, en claro contraste con los roquedales de la quebrada y el resto del macizo que era presa de las sombras.
En nuestro camino de regreso superamos arroyuelos plagados de vegetación entre la que se destacaban grandes colonias de helechos de color verde intenso.
¿Y cuál sería la mejor manera de festejar una escalada en la que todos regresaron felices e ilesos?
Estaba todo pensado y organizado por Eugenio y Fermín: Recepción en la Estancia La Gruta con agasajo gastronómico formidable que nos vino como anillo al dedo supervisado por la anfitriona Negrita Sbarbatti, dueña de casa.
La mesa fue compartida por todos los expedicionarios, amigos y familiares de Eugenio y Fermín, y entre quienes estaban los jinetes y sus esposas.
Una vez devorado las empanadas, cazuela de pollo y postres varios, nos disculpamos y nos fuimos porque nos aguardaba un largo trayecto.
Camino a casa escuchamos "Mundo Maravilloso" cantada por Louis Amstrong y me quedé pensando una tontería que les hago conocer pues se la comenté en el momento a Juan.
- Juan, estoy enteramente convencido de que los autores, al inspirarse, lo hacen desde la subjetividad que les nace de sus vivencias y experiencias previas en donde la estrella principal, de tamaño escenario, es el amor que les provoca el contacto con el medio ambiente y la naturaleza, y que ellos van descubriendo a medida que van haciendo camino.
Juan me miró y no dijo nada. Seguramente pensó que yo estaba completamente loco o delirando de felicidad.
Agustín L. Moreno

Villé de Rodé


Villé de Rodé


Trepando la Cara Norte


El loco de la cornisa


Descanso medio escondido


Grupal en la Cumbre del Cura Malal Grande