miércoles, 21 de noviembre de 2007

Espíritu de Libertad


No estaba en mis planes salir hacia las sierras, pero esa mañana, al despertar, sentí un deseo irrefrenable de visitar a la siempre amistosa montaña, es por eso que salí, después de preparar la mochila, a las 10:00 hacia el Parque Provincial Ernesto Tornquist para intentar la ascensión del Cerro Ventana.
El día se mostraba soleado y agradable aunque la radio informaba que la sensación térmica era de 3º bajo cero.
Llegué a las doce menos cuarto y fui recibido amablemente -tal su costumbre- por Roberto, a quien saludé cariñosamente una vez estacionado el vehículo.
Allí me dijo:
- ¡Hola Cabra! ¿Cuál paseo vas a hacer?
- El Ventana, Malevo, el ingreso lo cierran a las doce, no?
- ¡No!, a las once.
- Bueno, veré si el Guarda Parque de turno me autoriza a subir. Te veo al bajar Roberto.
- Chau Cabra.
Vale aclarar que a Roberto le decía Malevo pues solía usar un sombrero de paja muy parecido a un tucumano a quien nombraban con ese apodo.
- Caminé el trecho que me separaba del estacionamiento hasta la cabaña de los Guarda Parques y fui recibido por Maxi.
- Hola Maxi -le dije.
- Hola Agustín... hacía rato que no venías por acá. No te dejabas ver el pelo.
- Sí, es cierto. Últimamente he ido seguido al Tres Picos guiando gente, pero vos sabés que mi corazón también está acá.
Entonces agregué:
- Che, Maxi, recién me entero que cierran el acceso al Ventana a las once. Vine tranquilo pensando que era a las doce... ¿Hay algún problema en que suba ahora?
Miró su reloj, que marcaba las doce menos cuarto, y respondió:
- No, pero vos conocés que cerramos a las cinco, así que a esa hora tendrás que estar de regreso... y ya que subís, me gustaría que me hagas un favor...
- Sí Maxi, te escucho...
- Me agradaría que lleves a Nico -dijo mientras me apuntaba hacia un chico de unos 8 años que se distraía jugando con piedras y que miraba ensimismado hacia lo alto del cerro-. Es pupilo de un hogar de niños de la zona y es el único de los internados que eligió pasar el día del niño en este lugar. Generalmente vienen chicos y se quedan rondando por acá en la base, pero lo que menos imaginábamos era que Nico iba a querer subir... así que sabiendo como te manejás vos me venís como anillo al dedo... ¿Podés llevarlo?
Hice un largo silencio y miré a Nico que seguía mirando hacia arriba. En su rostro estaba profundamente marcada la tristeza.
Entonces contesté:
- No sé si es lo correcto Maxi. Temo por sus reacciones, no lo conozco...
Mientras le hablaba a Maxi, no podía dejar de estudiar a Nico con mi vista. Su aspecto, aparentemente de pocos amigos, su vestimenta algo desaliñada y su mirada perdida me hacía presagiar que encontraría en él un rebelde que me causaría problemas.
Se hizo un largo silencio, entonces Maxi dijo:
- Entiendo perfectamente la situación. No te puedo obligar. Dejalo así, no te preocupes.
Mi respuesta no fue rápida pues mi mente se había remontado a mi niñez. Ahí recordé cuantos anhelos, que por esas cosas que tiene la vida, yo no pude concretar, y me dije que si estaba en mis manos poder darle una alegría a ese chico, no debería actuar negativamente.
Volví a mirar a Nico y ya no me quedaban dudas. Lo llevaría.
- Acepto el reto Maxi, pero me gustaría llevar más agua. Comida en la mochila nunca me falta y alcanzará. Trataré de estar antes de las 17:00
- Gracias Agustín. Creo que le darás una alegría muy grande.
- Gracias a vos Maxi. Nos vemos.
El día se mostraba bonito. No había viento y el cielo estaba completamente azul. Nos esperaban las diez estaciones y recién íbamos hacia la primera que era una de las más difíciles.
Nico seguía mis pasos como si supiera caminar la montaña. No era necesario darle instrucciones y en cierta manera esa disciplina, sumado a su constante curiosidad por mirar todo a su alrededor, me causaba una tremenda satisfacción.
Después de superar la cuesta brava del pinar, zigzagueando y respirando aceleradamente, hicimos un alto en la Estación 1.
Le ofrecí agua. Bebió pausadamente y luego me devolvió la botella sin hablarme. Creí, por sus actitudes, que me estaba estudiando, pero eso no me preocupaba, en cambio me gustaba su concentración en el paisaje que se nos iba presentado a cada momento, y ello me alegraba por dos motivos: uno porque me daba cuenta que él lo estaba disfrutando y el otro porque, gracias a eso, no me saldría con deseos de renunciar a la escalada.
De la Estación 1 fuimos sin parar hasta la Estación 4 y Nico seguía sin pronunciar palabra.
Le ofrecí agua, barras de cereales y una manzana y todo fue aceptado por él.
Seguimos la marcha lentamente hasta la Estación 5. De allí hasta la 7 se nos hizo más duro por lo empinado del terreno y a causa de que las rocas, escalones naturales, estaban heladas.
Nico miraba en derredor como estudiando cada piedra, cada planta, y todo lo que se cruzara en el camino.
Él se mostraba sumamente ágil y fuerte, aunque igualmente decidí hacer un descanso en los roquedales que se encontraban antes de llegar a la Estación 8. Desde ese mirador el panorama se ampliaba considerablemente.
De la Estación 8 a la 10, al pie de la Ventana, fue un paseo extraordinario. Yo nunca había tenido ocasión de ver un pibe con tanta devoción por la montaña y sus paisajes. Me alegré sobremanera de haber elegido ese día para pasarlo en la montaña porque caso contrario no habría conocido a Nico.
Entonces, mientras capturaba paisajes con mi cámara, ocurrió lo que yo, a esa altura de la marcha, pensé que no sucedería. Nico habló.
- Siempre esperé este momento.
- ¿Cuál Nico?
- Éste. Mi papá venía siempre a este cerro.
- Mirá que bien Nico, acaso es montañista?
- No, ya no. Mi papá tenía un campo por acá cerca. Él lo trabajaba y lo producía, entonces, en los momentos libres subía con mi mamá porque se conocieron acá y les gustaba mucho. Después nací yo y mi mamá no podía acompañarlo porque me tenía que atender a mi. Pero cuando yo tenía 3 años él siempre me contaba con lujo de detalles los paisajes y relieves que encontraba. Yo quería que me trajera pero él decía que era muy chico y que cuando cumpliera 6 y empezara la escuela me iba a traer. Él subió muchas veces... Por eso cuando en el Ceferino nos preguntaron que nos gustaría hacer hoy yo pedí venir al parque, para ver la Ventana de la que tanto me contaba mi papá... daría todo para que él estuviera acá conmigo.
Noté que sus pequeños ojos brillaban intensamente a medida que hablaba y sus lágrimas, ya incontenibles, corrían por sus cachetes pecosos, entonces me animé a preguntarle:
- ¿Y que pasó con tu papá y tu mamá? ¿Por qué estás en el hogar?
- Mi papá murió. Mi papá tenía un campo en el que trabajaba duro, pero gracias a que hubo años con clima desfavorable perdió cosechas y ganado. Por eso no pudo pagar una deuda grande y perdimos el campo.
Después de eso mi papá se suicidó y mi mamá quedó muy mal y está internada en un hospital. Dicen que no me conoce porque está muy enferma y le llevará algún tiempo curarse. Yo espero, a cada momento, estar con ella otra vez y los días se me hacen interminables.
-¿Y no tenés parientes?
- Sí, pero viven en Alemania y yo me quiero quedar acá, en Sierra de la Ventana. Por eso es que estoy internado en el Ceferino.
Me acerqué a Nico para consolarlo pero no me dio tiempo a nada porque se abalanzó sobre mi, llorando desconsoladamente, y nos fundimos en un abrazo interminable.
No pude disimular mis lágrimas. Y mientras permanecí abrazado a él, tuve la sensación, sin temor a equivocarme, que éramos abrazados por el espíritu de su padre que, seguramente, sabía que su hijo cumpliría el sueño que siempre había anhelado: Subir el Cerro de la Ventana.
Después de ese acontecimiento, el rostro de Nicolás lucía esplendoroso, pleno de paz y libertad.

Agustín L. Moreno

1 comentario:

Martín dijo...

Agus. Nosotros no nos conocemos personalmente. Me llamo Martín. Terminé en tu blog por una casualidad (o quizá no, vaya a saber). Hace un rato volvi de Sierra (un lugar que amo con fervor, voy desde niño) y estaba buscando imágenes para mostrarle a mi novia que vive lejos, me emociona mucho la idea de mostrarle el parque torquinst. Pero bueno, la razón por la que te escribía es para agradecerte muchisimo lo que hiciste con Nico. La historia me gustó mucho, fue realmente hermoso lo que hiciste por él. No solamente animarte a llevarlo (se personalmente que a veces se torna dificil tratar con pibes en las condiciones de Nico... no tienen maldad alguna en su interior, pero suelen ser mas traviesos e indomables que otros niños, je) sino por escuchar lo que tuvo para decir. Realmente admirable, che. Muchisimas gracias, y felicitaciones. Un gusto grandisimo.



- Martín