Allá donde las nubes se pierden en lo alto
lentamente arrastradas por el viento,
voy marchando por la huella que mis pasos
transformaron el esfuerzo en sentimiento.
Asimilo mi cansancio en el progreso
mientras subo los peldaños escarpados,
y aunque cuerpo y corazón se me desangran,
pongo el alma que me lleva emocionado.
Con la firme convicción de un caminante
persuadido de que andando se adelanta,
no reparo en pensamientos vacilantes,
sí me inspiro en la ilusión que me respalda.
Y grabando en mi retina las vivencias
en mi mente regocijo sólo guardo,
para el día en que mis fuerzas enflaquezcan
me alimenten de placeres y de encanto.
Apreciando el potencial de tus paisajes
me desplazo con firmeza y sin descuidos,
escalando libremente sin anclajes
por tus rutas de salvajes coloridos.
¡Qué pasión por tu jardín no se estimula,
si confundo realidades con quimeras!,
creo estar en el edén de un laberinto
conviviendo con orquídeas y verbenas.
Y extasiado voy soñando ser llantenes
que en la altura de tus filos se florean,
ser la niebla que nos cuenta sus vaivenes
aunque oculte los misterios que ella crea.
Y al mostrarme tus ensueños embozados
me deleito en tu relieve sin fronteras,
y en secreto en la naciente del Ventana
nos juramos nuestra alianza verdadera.
Toco el cielo y las nubes con mis manos,
y doy gracias al Señor por ese instante.
¿Qué energía me da el alto monumento
que me incita a seguir siempre adelante?
Y se ensancha el horizonte aquí en la cumbre
y es solemne el mirador de la esperanza.
Ruego a Dios que mi pasión no se derrumbe,
pues la vida esplendorosa aquí me alcanza.
Agustín L. Moreno
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