Silvia, una de las que no se amilanó y siguió los pasos de sus predecesores. Allí la vemos, aferrada a la Pared Amarilla rasguñando las piedras. A sus espaldas, el vacío hacia la bonita Quebrada del Napostá. También se puede apreciar la línea sinuosa del Arroyo Napostá.
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