Entonces no podía fallar. No lo dudé. Arreglé todas mis cosas y a las 9 de la mañana estuve firme en la Estancia Cerro Áspero. Los días que habían pasado desde el Agua Blanca hasta el aviso parecía que se alargaban más debido a mi ansiedad lógica. Pero era tiempo pasado. Ahora marchábamos por una quebrada a la vera de un pequeño arroyo con piletas espectaculares que seguramente en verano, permitirían darse unos buenos chapuzones para refrescarse del calor intenso que invadía las sierras.
A medida que ganábamos altura la perspectiva nos permitía ver mucho más allá de la quebrada. Así, podíamos divisar muchos cerros, entre los que destacaban el Cura Malal Grande a nuestras espaldas y el Fortín Chaco al frente, y casi
al fondo. A nuestra derecha, cercano, aparecía el Agua Blanca y más allá, de menor altitud, el típico Gorra Baska, pero entre nuestro destino y nuestra posición actual se divisaban varios picos de gran altitud, lo que nos hacía presentir que las 3 horas que calculábamos nos llevaría la cumbre se estiraría algo más.
A medida que ganábamos altura la perspectiva nos permitía ver mucho más allá de la quebrada. Así, podíamos divisar muchos cerros, entre los que destacaban el Cura Malal Grande a nuestras espaldas y el Fortín Chaco al frente, y casi
al fondo. A nuestra derecha, cercano, aparecía el Agua Blanca y más allá, de menor altitud, el típico Gorra Baska, pero entre nuestro destino y nuestra posición actual se divisaban varios picos de gran altitud, lo que nos hacía presentir que las 3 horas que calculábamos nos llevaría la cumbre se estiraría algo más.
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