Dejados los picos detrás de nosotros nos hallábamos ahora en la cada vez más angosta cresta que une el último pico con el Cerro de la Perseverancia. A Laura la dejábamos en el medio para darle más seguridad y confianza, puesto que no tenía suma experiencia en la montaña, y ese día se había aventurado con nosotros en tal larga y extenuante misión. La cresta, desde que la pisamos hacia el final, se iba angostando drásticamente, encima, en una parte muy angosta encontramos una chimenea que, si no hubiésemos estado alertas, podríamos haber sufrido serías lesiones dado que caeríamos cerca de 6 metros.
- ¿Qué hora es Carlos? -pregunté.
- Las 2 de la tarde. Si no me equivoco a las 3 podremos estar en la cumbre -me contestó.
- Sí, creo que por ahí andaremos -acoté yo.
- ¡Una hora más! -exclamó Laura.
- ¡Dale!, vamos que falta poco! -Dijimos con Carlos alentándola.
- No vamos a llegar para las 6 -Dijo Laura-, y agregó: Espero que Sofía encuentre a tu mamá, Carlos.
- ¿Qué hora es Carlos? -pregunté.
- Las 2 de la tarde. Si no me equivoco a las 3 podremos estar en la cumbre -me contestó.
- Sí, creo que por ahí andaremos -acoté yo.
- ¡Una hora más! -exclamó Laura.
- ¡Dale!, vamos que falta poco! -Dijimos con Carlos alentándola.
- No vamos a llegar para las 6 -Dijo Laura-, y agregó: Espero que Sofía encuentre a tu mamá, Carlos.
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