Una vez superada la cresta elegimos la ruta a seguir y reanudamos la marcha.
Íbamos despacio, a ritmo cansino para asegurar la cumbre y pensando en el regreso. En tanto, charlábamos animadamente y siempre destacando que, indudablemente, este cerro estaba mucho más lejos de lo que nos parecía. Además, desde nuestra posición, no se veía alternativa alguna de acercamiento por otra vía. Sin haberlo sospechado estábamos esforzándonos mucho más de lo que habíamos imaginado.
Al ver la cercanía de la cumbre me dije a mi mismo: "Éstos son los esfuerzos que me dan fuerzas y ganas. Valió la pena intentarlo"
Luego de abrazos y felicitaciones, hicimos sesión de fotos testimoniales, y con mi humilde GPS Garmin 12 medí la altitud del cerro y marqué su posición global.
Aquel pico que yo veía cada vez que pisaba la cima del Cerro Agua Blanca, y que con su desbordante belleza me deslumbraba, se encontraba ahora abrazado por mi esfuerzo y bañado con mi sudor.
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