miércoles, 7 de octubre de 2009

La aventura de Lucho y Moneda. Capítulo 5

La decisión había sido fríamente calculada. No podrían seguir esperando a Pechuga ante la probabilidad de que éste estuviera a la vera del camino con alguna pinchadura, sin auxilio o con algún problema mecánico, al menos, así pensó Moneda, porque Lucho seguía durmiendo en el zanjón.

- Hola Moneda, que estás haciendo? -dijo Salpicón- operario tractorista de la estancia.

- Si te tengo que contar todo necesito un día Salpicón, pero sintetizo: estoy esperando a un amigo que supuestamente venía a buscarnos, la última conversación que tuve con él fue hace dos horas y estaba en Saldungaray saliendo para acá, pero no llegó nunca, no sé si se fue, si tiene algún problema, es todo una complicación, pero lo que más me preocuparía es que por darnos una mano la esté pasando mal. ¿Hacia dónde vas?

- ¡Qué historia mamita!, bueno, voy a Tornquist, vamos que te llevo.

- Gracias Salpicón, pero somos dos, esperá un segundo que llamo a mi amigo.

- ¿Dónde está?

- Ahí, en el zanjón, adentro de la alcantarilla, está durmiendo...

Salpicón estiró su cabeza hacia el zanjón y observó como Moneda zamarreaba a su amigo.

- Dale Lucho, vamos que nos vamos.

- ¿En serio? ¿Vino Pechuga?

- No, no vino, pero nos vamos con un amigo de la estancia.

Ya en camino a Tornquist siguió el diálogo entre Salpicón y Moneda.

- Dejame en Tornquist Salpicón, que ahí nos tomamos un taxi y nos vamos a buscar la camioneta.

- ¿En dónde la dejaste?

- En lo del loco, en el Campamento Base.

- No te hagás problemas, yo te arrimo.

- Bueno, pero antes pará en un surtidor que cargamos un poco de gasoil.

Salpicón no quería aceptar pero Moneda insistió para que así lo hiciera, y, una vez allí y ya con señal, intentó una comunicación con Pechuga.

- ¡Hola! ¿Pechuga?

- Sí Moneda, soy yo, te escucho.

- ¿Por dónde andás?

- Estoy entrando a la bahía...

- ¿Cómo?

- Sí, estoy llegando a la ciudad, como pasé por la escuelita y no los vi pensé que se habían arreglado y se habían venido para Bahía también...

- Pero... ¿Por cual escuelita pasaste?

- Por una que está sobre la ruta, yo vine de Saldungaray y pasé por Sierra de la Ventana y seguí por la ruta... la escuela que está cerca de Villa Serrana La Gruta..

- ¡Pero nosotros estábamos del otro lado, en el Abra de los Vascos!... ¡En Funke!!!

- Bueno, no me di cuenta...

- Está bien, por lo menos la buena noticia es saber que no estás con algún inconveniente tirado en el camino. No te hagás problemas que nosotros ya solucionamos el nuestro Pechuga. Nos vemos mañana en el trabajo, chau.

- Chau Moneda, hasta mañana.

- Lucho no dijo palabra, ya había entendido todo, sólo quería descansar.

- Así es Salpicón, desde las ocho de la mañana que estamos caminando y mira como terminamos -dijo Moneda, y agregó-: menos mal que pasaste vos, porque me parece que ya no iba a pasar nadie más por la entrada.

- No, seguro, porque de los que terminamos el turno, el único que vive afuera de la estancia soy yo.

- El loco debe estar desesperado también al ver que no llegamos, ¡qué bajón!

Cerca de la una de la mañana fueron dejados por Salpicón en el Campamento Base. El Loco los estaba esperando ansiosamente.

- Menos mal que llegaron, estaba preocupado, no quise llamar a ningún lado para no alarmar a nadie pero como dijeron que regresaban más temprano pensé que la estaban peleando, ¿que pasó?

Entonces Moneda le contó al Loco -con lujo de detalles- las peripecias vividas en la jornada, y luego agregó:

- Loco querido, gracias por cuidarme la camioneta, sigo viaje porque es tardísimo y en casa no saben nada que todavía estamos acá, te dejo y regreso en cualquier momento. Chau amigo.

- Chau Moneda, chau Lucho, hasta la vuelta.

Arrancaron y enfilaron por la ruta 76 hacia la 33. Pusieron la calefacción en marcha para calentar el ambiente y prendieron el equipo para escuchar música.
Al pasar por las parcelas de la Villa Serrana San Andrés de la Sierra, justo enfrente de Villa Serrana la Gruta, Moneda le preguntó a Lucho:

- ¿Y Lucho, cómo están tus piernas?

- Bien, un poco doloridas, me duelen mucho los cuádriceps, los gemelos, las orejas, todo. Me duele todo el cuerpo.

- Yo estoy igual que vos, encima hambriento. ¿Alguna reflexión quizás?

- Sí, más allá de estar muy cansado y dolorido viví un día intenso en plena naturaleza, respirando aire puro en el silencio de la montaña, y contento de no haber sido devorado por los perros del carnicero. Y vos?

- Que las dificultades que se presentan, si tenés una meta, con voluntad las podés superar. Me he dado cuenta que depende de uno mismo. Si viene ayuda de un tercero bien, pero sino, siempre tenés que tomar la iniciativa y no quedarte esperando, y que sin sacrificio, y creo que hoy lo pusimos en práctica con todo lo que caminamos, no se logran los objetivos.

Luego de un rato de charla llegaron a la bahía. A las pocas horas tenían que seguir trabajando.

Lucho sigue trabajando en su oficio de plomero, andando en bicicleta de montaña y corriendo carreras de aventuras.

Pechuga, Moneda y Flecos,los otros partícipes de esta historia, siguen compartiendo el mismo lugar de trabajo y forman un sólido equipo.

Agustín Moreno

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