- ¡Estuvo duro no? -preguntó Leo.
- Sí, durísimo Leonardo, pero nada distinto a nuestra rutina -le dije-, si al fin y al cabo la vida misma es un constante desafío donde uno tiene que apelar a la destreza, maestría, imaginación y coraje para no quedar relegado y sumido en un abismo.
- Cruel realidad.
Se hizo un largo y profundo silencio y seguimos con un descenso finito y trabajoso hasta llegar al llano inicial. Para entonces, el sol ya estaba jugado y la luna llena asomaba por sobre los cerros más bajos.
Agustín L. Moreno
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