El paso raudo de un águila nos desconcentró y nos privó de seguir con nuestro vuelo justo cuando creíamos sentirnos en el paraíso. Entonces fue que se me ocurrió la siguiente pregunta:
- Leo... ¿vos creés que hay un paraíso?
- Me preguntás en serio?
En ese momento sentí vergüenza y me arrepentí de haberle preguntado, pero como soy de no retroceder así nomás seguí firme en mi cuestión y con total seriedad le dije:
- ¡Sí!, ¡por supuesto!, ¡en serio!...
- ¡Claro que creo Negro!, por ejemplo ahora, esto para mi es el paraíso. Yo no lo busco en otro lugar ni en otra dimensión. El paraíso lo vivo todos los días en mi vida, en mis momentos felices; cuando estoy rodeado de la gente que quiero; cuando gozo; cuando río; cuando veo crecer un árbol; mirando un lago o una montaña; cuando veo jugar a los niños y los observo felices. Cuando me dejo transportar por la música... con tantas cosas y tantos momentos lo vivo que podría hacer una lista interminable. Aunque también creo en el infierno, claro, pero trato de no creármelo, más allá de que a veces te lo quieren crear y ahí es cuando uno tiene que pilotearla muy bien para evitarlo.
Me quedé mirándolo en estricto silencio asintiendo con la cabeza hacia arriba y hacia abajo en suaves movimientos y no dije nada. Allí él, con una sonrisa amplia dibujada en su cara, volvió a la carga y señalando el paisaje dijo:
- ¡Qué belleza Chegu!
- ¡Que belleza Leo!
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