- Ellos nunca se fueron. Siguen explorando y escalando las Paredes Rosadas y se los ve acarreando sus cuerdas, mosquetones, clavos y seguros por el San Bernardo. ¡Si pareciera que las paredes fueran desgarradas con sus propias manos a medida que van progresando! El alma del escalador vive acá. Vaga, anda, camina, ríe. Y ríe y se divierte mientras canta saltando sobre las grandes rocas... y llora. Y cuando llora, porque también es una manera de descargar su profunda emoción, el arroyo crece, y las gargantas derraman torrentes de agua, y ésta baja furiosa arrastrando piedras y rocas. El viento aparece y acompaña a las almas en su tristeza momentánea, bramando y lastimando los oídos con su penoso aullar.
¡Ya voy muchachos! -grité al grupo mientras el eco repetía mis palabras.
¡Ya voy muchachos! -grité al grupo mientras el eco repetía mis palabras.
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