Y mi mente saltarina se iba a otro punto y pensaba en el Día del Niño que se avecinaba, y rogaba para que a ninguno le faltara lo elemental, no solamente ese día "especial", sino todos los días. Y qué es lo elemental, me preguntaba: un juguete?, el pan?, una casa digna donde pueda cumplir su rol de niño sin ser un adulto prematuro?... en eso estaba mi mente, la que siempre me recuerda pasajes de mis andares serranos y me trajo en ese momento el caso de Nicolás, el chico que había conocido en el Cerro Ventana, cuando entre otras cosas me había contado que una noche de reyes en que, esperando le trajeran un par de zapatillas para jugar a la pelota recibió algo que ni siquiera quería recordar... "¡qué frustración!" -me decía, "¡Cuántas lágrimas derramé esa noche sumido en mi tremenda tristeza!" Ahora yo, desde acá arriba, sintiéndome bien alto, recordaba aquel entrañable abrazo con Nico, y hacía votos para que todos los niños fueran felices, pero no solamente en ese día especial, sino durante toda su niñez.
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