En los recreos que me daba la mente trataba de concentrarme en el camino. Iba dejando las huellas de mis botas en la nieve y me sentía el primer hombre que pisó la luna. Paraba y miraba hacia atrás para ver mis pasos marcados en el blanco piso y me daba cuenta que me encantaba ver las formas de las suelas grabadas en la nieve. Esos dibujos eran, simplemente, la continuidad de mi ser, de mi cuerpo, de mi espíritu, de mis ganas de andar y conocer, de explorar. Quería divagar entre el cielo azul y el blanco manto pero mantenía, con firmeza a pesar de los resbalones, mi rumbo apuntando al sur.
Debido a un resbalón apoyé y enterré en la nieve una de mis manos, y mi mente, saltarina y rebelde, me trajo a la memoria aquel día en que recibí un e-mail de Al Gore promocionando su libro "Una verdad incómoda" en el que se relataba, en base a estudios y trabajos llevados a cabo por grandes y expertos científicos, los avatares de nuestra querida casa, la tierra, como consecuencia del calentamiento global que se venía produciendo desde hacía muchas décadas atrás y que pocos, políticamente, estaban dispuestos a poner coto.
Debido a un resbalón apoyé y enterré en la nieve una de mis manos, y mi mente, saltarina y rebelde, me trajo a la memoria aquel día en que recibí un e-mail de Al Gore promocionando su libro "Una verdad incómoda" en el que se relataba, en base a estudios y trabajos llevados a cabo por grandes y expertos científicos, los avatares de nuestra querida casa, la tierra, como consecuencia del calentamiento global que se venía produciendo desde hacía muchas décadas atrás y que pocos, políticamente, estaban dispuestos a poner coto.
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