Metido en las sombras que gobernaban a las siete de la mañana, linterna en frente, di mi primer paso en busca de las sensaciones que alegraban mi alma. A pesar de la oscuridad de la luna nueva podía reconocer los olores característicos del lugar. Olores naturales que me hacían respirar profundamente y que inflaban mis pulmones con el aire puro y energizante que siempre encontré en las montañas serranas del lugar.
Había caído una nevisca en la madrugada del jueves y quería ir a verla cuando aun se mantenía fresquita, pero por compromisos asumidos recién pude hacerlo este sábado 11 de agosto de 2007.
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